Luna de miel en las Bermudas

Comments · 216 Views

¿Qué mejor manera de celebrar el amor que escaparse a un paraíso tropical? Eso es lo que pensamos mi esposo y yo cuando decidimos pasar nuestra luna de miel en las Bermudas, un archipiélago de ensueño en el Atlántico Norte. Lo que no sabíamos es que nos esperaban muchas aventuras, a

El primer día, llegamos al hotel y nos recibieron con una botella de champán y una cesta de frutas. Nos sentimos como unos reyes y nos dispusimos a disfrutar de la habitación con vista al mar. Todo iba bien hasta que nos dimos cuenta de que el aire acondicionado no funcionaba. Llamamos a recepción y nos dijeron que lo arreglarían enseguida, pero pasaron dos horas y nadie vino. El calor era insoportable y empezamos a sudar como cerdos. Decidimos salir a tomar algo fresco y dejar una nota en la puerta para que nos cambiaran de habitación.

Cuando volvimos, nos encontramos con una sorpresa: la nota había desaparecido y la puerta estaba abierta. Entramos con cautela y vimos que nuestras maletas habían sido revueltas y que faltaban algunas cosas. Lo peor fue que también se habían llevado el champán y la fruta. Nos sentimos indignados y fuimos a reclamar a la gerencia. Allí nos dijeron que habían tenido un problema con el personal de limpieza y que nos compensarían con una cena gratis en el restaurante del hotel. No nos quedó más remedio que aceptar, aunque estábamos muy molestos.

Al día siguiente, decidimos olvidarnos del incidente y aprovechar el sol y la playa. Nos pusimos nuestros trajes de baño y salimos a explorar la isla. Alquilamos unas bicicletas y recorrimos los senderos llenos de flores y palmeras. Nos detuvimos en una cala preciosa y nos bañamos en el agua cristalina. Fue un momento mágico, hasta que sentí un pinchazo en el pie. Al sacarlo del agua, vi que tenía una herida sangrante y una especie de aguijón clavado. Mi esposo me dijo que era una picadura de erizo de mar y que había que sacar el aguijón cuanto antes. Intentó hacerlo con sus manos, pero no pudo. Buscamos algo con qué cortarlo, pero lo único que encontramos fue una piedra afilada. Mi esposo me miró con cara de pena y me dijo: "Cariño, esto va a doler". Y así fue. Me cortó el aguijón con la piedra y yo grité como una loca. Por suerte, nadie más estaba en la cala, porque hubiera sido muy vergonzoso.

Después de curarme la herida con un poco de alcohol, volvimos a las bicicletas y seguimos nuestro camino. Llegamos a un pueblo pintoresco y decidimos almorzar en un restaurante típico. Pedimos unas ensaladas y unos pescados a la parrilla, acompañados de unas cervezas frías. La comida estaba deliciosa, pero al poco rato empezamos a sentirnos mal. Nos entraron unos cólicos terribles y tuvimos que correr al baño. Allí pasamos una hora larga, sufriendo los efectos de una intoxicación alimentaria. Cuando salimos, el camarero nos dijo que lo sentía mucho, que había habido un problema con el pescado y que no nos cobraría nada. Nosotros solo queríamos salir de allí cuanto antes.

Regresamos al hotel, exhaustos y doloridos, y nos metimos en la cama. Pensamos que ya nada podía salir peor, pero nos equivocamos. Por la noche, se desató una tormenta eléctrica y se fue la luz. El hotel no tenía generador, así que tuvimos que pasar la noche a oscuras, sin ventilador ni televisor. Para colmo, empezaron a sonar las alarmas de los coches y los perros del vecindario. Fue imposible dormir.

Al día siguiente, nos levantamos con ojeras y mal humor. Nos miramos el uno al otro y dijimos: "Basta. Nos vamos de aquí". Cancelamos el resto de la reserva y tomamos el primer vuelo de vuelta a casa. Fue la peor luna de miel de la historia, pero al menos nos quedó una anécdota para contar. Y lo más importante: seguimos queriéndonos como el primer día.

disclaimer
Read more
Comments